Tratamientos post-quirurgicos ¿si o no?
La cirugía, como cualquier forma de agresión que se realice sobre nuestro cuerpo, va a generar de forma inevitable y automática la activación d una cascada de respuestas fisiológicas destinadas a corregir y reparar los “daños” causados sobre nuestro organismo; es lo que conocemos globalmente como reacción inflamatoria. No sólo no debemos preocuparnos por ello, es deseable que así sea, de otra forma nuestro cuerpo no se recuperaría del daño, no se curaría, las heridas no se cerrarían...
La respuesta inflamatoria es un proceso largo y complejo. No se trata simplemente de esa hinchazón que todos vemos, de forma evidente, en los primeros días; hay mucho más detrás. En un primer momento, hay una respuesta explosiva, una situación de alarma muy notoria; tras ella, la actividad se ordena, la cascada de reacciones sigue su curso y progresivamente todo va volviendo a la normalidad. Al final, es una respuesta natural y coherente, el cuerpo no responde de forma distinta a como lo hace la sociedad ante una situación de alerta; utiliza, en primera instancia, todo lo que tiene; después, poco a poco, va analizando y distribuyendo recursos, repara, corrige, limpia...
Tras la cirugía hay, por lo tanto, una primera fase en la que la inflamación es muy evidente. El cuerpo responde de forma abrupta, aguda, ante la agresión sufrida condicionando una serie de “molestas consecuencias”. Hay dolor como signo de alerta, hinchazón como respuesta defensiva, limitación funcional como acción preventiva; a nivel celular, multitud de señales químicas ponen en marcha una compleja cadena de respuestas que llevarán a reparar los tejidos dañados, a habilitar barreras defensivas frente a “ataques” patógenos, a incrementar el flujo sanguíneo de determinadas zonas, para asegurar la llegada de oxigeno y nutrientes, o reducirlo en otras, para minimizar las pérdidas... Con los días-semanas, la respuesta inicial se hará menos intensa, la situación se controla y el nivel de alerta baja, el dolor cede, la limitación funcional se va mitigando, el tejido se deshincha...pero a nivel celular la actividad continua, mucho más ordenada, crónica, lo seguirá haciendo durante varios meses más.
Tratamiento post-quirúrgico
Cuando hablamos de tratamientos post-quirúrgicos, nos referimos a ese amplio abanico de tratamientos que van destinados, en esencia, a reducir esa respuesta inflamatoria inicial, esa reacción brusca de defensa, descontrolada, alarmante. Mejor dicho, más que a reducir, van destinados a acortar la duración de esa primera fase, con la intención de normalizar, a la mayor brevedad posible, las respuestas magnas, visibles y limitantes, de nuestro cuerpo.
Siempre les digo a mis pacientes, que es como un bastón; la mayoría de veces, el bastón no es lo que hace que su dueño llegue a cierto destino, pero sí le permite llegar antes o con más facilidad. Así mismo, el tratamiento post-operatorio no es el hace que nos desinflamemos, sino que permite que lo hagamos más rápido o con más agilidad.
Muchos cirujanos lo recomiendan encarecidamente, otros no lo hacen, algunos ni lo plantean y otros, lo entienden como parte de la propia cirugía... Personalmente creo que, como siempre, no se puede generalizar; es siempre altamente recomendable pero no considero que sea rigurosamente necesario en todos los casos. Hay que valorar la respuesta de cada paciente, la facilidad para realizarse el tratamiento, la cirugía practicada, el grado de inflamación individual, las cuestiones logísticas. No obstante, en igualdad de condiciones siempre es mejor hacerlo.
Cirugías-tratamientos
No todas las cirugías tienen la misma relación con los tratamientos post-quirúrgicos. La liposucción, por ejemplo, tiene una estrecha relación con los masajes y es raro, por no decir inexistente, el cirujano que no los recomienda; la cirugía mamaria presenta una relación más controvertida; la cirugía facial es más selectiva...
La finalidad en todas ellas es la misma: acortar tiempos de inflamación “visible o evidente” y facilitar la normalización funcional y social del paciente. Pero el beneficio real que obtendremos de un buen tratamiento post-quirúrgico va más allá de eso.
Tras una liposucción o cirugía corporal (abdominoplastia, lifting braquial o crural...), la pronta reducción de la hinchazón otorgará a los tejidos una mayor capacidad de compensación, obteniendo una mejora en el resultado potencial. La piel será capaz de recuperarse mejor al estar menos tiempo sometida a la tensión inflamatoria, sufrirá menos y retraerá mejor; existirá menos respuesta fibrótica-cicatricial, dado que movilizamos los tejidos con prontitud, y ayudamos a reducir el nivel de estrés global. El masaje permitirá drenar todo el líquido que se acumuló en la zona tratada, o hacerlo con más velocidad, por lo que los tejidos tendrán más capacidad de adaptación y optimizaremos el resultado. Por descontado, si añadimos radiofrecuencia o diatermia, aportamos una ayuda extra, por lo que seguimos sumando.
Cuando hablamos de una cirugía facial (rinoplastia, blefaroplastia, lifting) nuestro principal factor limitante es el aspecto del paciente. Por norma general, tras las cirugías faciales, la hinchazón es notable y la presencia de hematomas es, en mayor o menor grado, constante. La recuperación post-quirúrgica facial es, por tanto, de índole mas social que funcional; el paciente puede hacer vida casi normal en 24-48h pero la interacción con terceros se ve limitada por el aspecto de su rostro. Es esta apariencia lo que queremos normalizar lo antes posible. Los masajes y la aplicación de tratamientos específicos facilita la reducción ágil de esos estigmas post-quirúrgicos y la rápida reincorporación del paciente a un día a día social normal. La piel se beneficiará, una vez más, de la pronta desaparición de la tumefación y el control de la cicatrización profunda aportará más naturalidad al rostro. Paralelamente a las manos expertas, la utilización de tratamientos de radiofrecuencia o diatermia permiten potenciar la respuesta cutánea prolongando el resultado de la cirugía.
¿Y en la cirugía mamaria?
En la cirugía mamaria el abanico de opciones se abre. El tipo de implante, la posición del mismo, la textura…, las variables que condicionan la recomendación o no del masaje, así como el tipo de manipulación, son amplias.
Los implantes anatómicos, los macrotexturizados en general, deben ser tratados con mucho cuidado, no movilizados en las primeras etapas, para evitar su desplazamiento y la “agresión” que la fricción de su superficie puede generar sobre los tejidos que rodean al implante. Los implantes redondos, lisos o microtexturizados, pueden ser masajeados sin tanta restricción, ya que no hay problema de rotación y su superficie es menos agresiva.
La mama debe ser tratada por manos expertas: es importante saber masajear el pecho operado, siendo respetuosos con el implante, si es preciso, pero optimizando la acción drenante sobre el líquido inflamatorio acumulado; valorar la necesidad y grado de tratamiento que requiere ese pectoral tras el aumento mamario; ayudar a la piel para potenciar su capacidad de respuesta; en las pexias y reducciones de mama, en las que las heridas están sometidas a mucha tensión, ser cuidadoso con las mismas y saber detectar cuándo se las puede tratar y cuándo no.
El buen tratamiento post-quirúrgico permitirá acortar el tiempo de inflamación aguda; reducirá el grado de contractura muscular cuando ésta esté presente; ayudará a la piel; al agilizar la normalización de la tensión que soportan, protegerá las heridas y, en general, contribuirá a optimizar el resultado, gracias a la ágil liberación del tejido mamario.
No debemos olvidarnos de la famosa cápsula; recordar que se trata de una respuesta defensiva frente a la prótesis a la que, nuestro organismo, considera extraña. Si reducimos esa alerta, minimizamos la potencial respuesta defensiva del cuerpo frente al implante por lo que contribuimos a reducir el riesgo de encapsulamiento,
La combinación del apropiado masaje y los tratamientos destinados a ayudar a la musculatura, junto a la utilización de la diatermia, permiten, igual que en los otros casos, sacar el máximo partido de la respuesta de nuestro organismo al tiempo que acortamos los plazos de recuperación.
¿Es entonces recomendable para todos los casos?
Todo aquello que ayude a agilizar y mejorar la recuperación es poitivo. Eso no quita que debemos valorar cada caso y, como siempre, tomar en consideración las particularidades de cada paciente. Lo recomendable no tiene por que ser indicado de forma estricta o rigurosa, hay que valorar la evolución individual, las posibilidades o la complejidad logística que puede suponer el realizarse el tratamiento, por ejemplo.
Por descontado que, como hemos dicho, si existe la posibilidad, es preferible hacer el tratamiento post-quirúrgico; acortaremos los tiempos de evolución, aliviamos la respuesta del cuerpo ante la cirugía y mejoramos el resultado potencial al ayudar a la piel y a los tejidos a reaccionar de forma más rápida y ágil, eliminando los factores de estrés.
Pero, como decíamos al principio, el dueño del bastón también llegaría a su destino si no lo tuviera. No debemos olvidar que el primer objetivo es llegar al final del camino; mejor si lo podemos hacer más rápido pero, al final, llegaremos también sin bastón.
Recomiendo los tratamientos post-quirúrgicos a todos los pacientes, como apoyo para sacar el máximo de su respuesta fisiológica; lo indico, de forma expresa, sólo en aquellos casos en los que el proceso es algo más intenso o se prolonga más de lo habitual; la recomendación es general, la indicación es específica.
¿Quién debe practicar ese tratamiento?
Por descontado, el tratamiento debe ser realizado por personal especializado. Aunque pueda parecer lo contrario requiere manos experimentadas, que sepan cómo deben tratar cada caso, cómo y cuándo incidir en las zonas que más lo requieran, cuándo cierta región precisa más trabajo y cuando menos, cómo manipular cierto tipo de prótesis y qué tiempos cumplir. Igual que la cirugía es específica para cada caso y cada paciente debe ser valorado en su individualidad, cada tratamiento post-quirúrgico debe ser realizado con arreglo al procedimiento, al paciente y a la evolución individual.
Decíamos antes que el tratamiento es recomendable en todos los casos e indicado, de forma expresa, en algunos. Siempre, ya sea por recomendación o por indicación, debe hacerse en centros especializados y por manos experimentadas. Debemos pensar que esas manos son una prolongación de las del cirujano. Un terapeuta especializada sabe analizar y gestionar el curso post-operatorio y estar alerta para detectar posibles irregularidades evolutivas; idealmente debe mantener una estrecha comunicación con el cirujano que ha realizado la intervención; sólo así se puede sacar el máximo partido.
Es evidente que muchos centros utilizan el lógico desconocimiento por parte de los pacientes para ofertar servicios post-quirúrgicos que no los son. Hay equipos quirúrgicos que incorporan terapeutas, otros colaboran con centros especializados en este tipo de servicios; ambas opciones son buenas, lo importante es que cuenten con la total confianza de tu cirujano.
El viaje empieza en el quirófano y acaba tiempo después, la labor de nuestro equipo es mimarte, cuidarte y acompañarte a tu destino con el mayor confort y proximidad. Por y para ti, siempre.
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